En
estos días, un hecho puntual, fue detonante debelador de un acontecimiento
adormilado en mi memoria de largo plazo desde mi niñez. Repentinamente desde algún lugar de mi memoria volví hacer presente un hermosa
mañana de primavera en el parque municipal de Cañada de Gómez, cursaba la escuela
primaria, con no más de diez u once años.
Todos los alumnos de la escuela estábamos presente, ansiosos,
emocionados, por participar de una competencia, competencia que era muy común
por esos años, por lo menos, en el sur santafesino, corazón de la pampa húmeda.
Se trataba de una carrera de vuelo de globos, cada uno de nosotros disponía de
un globo inflado con elio, al que se le adosaba una pequeña esquela, con
nuestro nombre, el del colegio y la dirección.
Era todo un acontecimiento la previa al lanzamiento, se entregaba el globo a cada participante, el llenado de las esquelas, registro, etc. Cuando todo
estaba ya a punto, se realizaba la suelta de globos al aire, para que iniciaran
un camino incierto. La competencia la
ganaría aquel globo bendecido por las condiciones del viento y por la buena
fortuna al momento del aterrizaje, pero también dependía de la buena voluntad
de las personas que lo encontraran y enviaran a la dirección del colegio, la
esquela adosada al globo, indicando el lugar donde lo hallaron. Así en las
semanas sucesivas esperábamos ansiosos el correo postal, que trajera la carta
del lugar más lejano certificando así al ganador de la competencia, que se
haría acreedor a un premio que no recuerdo cual era. Y efectivamente no recuerdo el premio, ni por
menores de la competencia, si participaba solo mi colegio o eran de todas las
escuelas del pueblo, si el evento se llevaba cabo para el día del niño o para
el día del estudiante. Si recuerdo la emoción que me generaba el liberar el
globo, la ansiedad de esperar la vuelta de las primeras esquelas, la esperanza
de que todavía podía llegar la mía y convertirme en el ganador. Cuando pasado
los días, las semanas y ya cerrado el concurso, la incertidumbre de cuál habrá
sido el destino de mi globo, tal vez nadie lo encontró, tal vez apatía si es
que alguien lo pudo recoger. Emociones antagónicas de euforia y esperanza en la
suelta y frustración posterior.
Emociones que lograron hacer huella en mi memoria y guardar en algún
recóndito lugar de mi mente este recuerdo. Este recuerdo, hoy a ´más de 40 años
vuelve a mi consciente y voy a contarte cual fue el hecho actual que lo
develó. A fines de abril de este año
vio la luz mi primer libro “El NeuroEmprendedor, un modelo para el éxito”, la
Feria Internacional del Libro, fue el lugar de su lanzamiento, alegría,
euforia, entusiasmo, esperanza, emociones similares a las que sentía en la
suelta de globos, “El NeuroEmrendedor” hizo las veces de mi globo, y lo lancé al
aire, para que recorra su camino, para
que vuele donde el viento lo lleve, para que aterrice en mentes ávidas, para
que sea descubierto por personas de buena voluntad a las que pueda ayudar. A diferencia de la carrera de globos, ahora la historia es distinta, las emociones se asemejaron a la
de la suelta, pero una vez el libro en la calle, camino a las librerías, al
encuentro del lector, las emociones no fueron las mismas que en la carrera, en
la agónica espera después de la suelta, aunque
he de reconocer que también me visitó en esta ocasión la ansiedad e incertidumbre
respecto su destino, pero rápidamente se
impusieron emociones de satisfacción, alegría, gozo, gratitud, felicidad,
cuando poco a poco vi aterrizar el libro en distintas provincias, en distintas
ciudades, cuando comencé a notar que por los lugares que va sobrevolando genera
interés o al menos curiosidad y que está llegando a emprendedores y personas de distintas provincias del país.
El
hecho desempolvante en esta historia,
tuvo lugar cuando recibí un mail de un lector, contactándome por una consulta
sobre un tema específico que deseaba aplicar a su proyecto, Al momento de leer “… soy de Puerto Iguazú, Misiones y en viaje por la provincia de Bs. As he
comprado su libro.." Automáticamente
volví cuarenta años atrás , recordando
la carrera de globos, es la carta que
esperaba, alguien devolvió mi esquela. Apareció automáticamente ese recuerdo adormilado, me invadieron las
mismas emociones, y fue como cerrar un círculo, cerrar una historia ¡mi globo
tenía una respuesta!
El hecho desempolvante en esta historia, tuvo lugar cuando recibí un mail de un lector, contactándome por una consulta sobre un tema específico que deseaba aplicar a su proyecto, Al momento de leer “… soy de Puerto Iguazú, Misiones y en viaje por la provincia de Bs. As he comprado su libro.." Automáticamente volví cuarenta años atrás , recordando la carrera de globos, es la carta que esperaba, alguien devolvió mi esquela. Apareció automáticamente ese recuerdo adormilado, me invadieron las mismas emociones, y fue como cerrar un círculo, cerrar una historia ¡mi globo tenía una respuesta!